Mi romance con la automoción
La primera vez que cogí un coche lo encallé en el barro. Sí, sí, así tal cual. Me pasé todo el fin de semana dándole la paliza a mi hermano (entonces yo tenía 17 años y él 20) porque en un salida de fin de semana con amigos le había dejado el coche a unos amigos sin carnet… y a mí no! Su hermana! Así que a la vuelta del viaje, supongo que harto de oírme y con cierto cargo de conciencia, me llevó a un descampado a las afueras a que cogiera el coche. Lo que no nos dimos cuenta es que el fin de semana había llovido bastante y había zonas muy embarradas. Metí primera, aceleré, y antes de poder controlar el volante, metí el coche en el barrizal. UPS. Intentamos sacarlo, meter palos bajo las ruedas, piedras… sin éxito. Así que nos tocó volver andando varios kilómetros hasta casa, aguantar la charla de nuestro padre, que nos llevó con su coche para sacarlo a remolque. La primera en la frente. Después de esa, no tuvo demasiada motivación para volverme a llevar a conducir…
Mi segunda experiencia de conducción fue con una amiga y su novio, por un barrio nuevo a medio urbanizar; sobre asfalto y con inexperiencia llegué a meter 4ª y poner el coche a 80! Vaya par de inconscientes, llevarme a conducir…
Y poco más hasta que me saqué el carnet, que me costó un poquito (para salvaguardar mi orgullo me ahorraré el número de veces que me examiné del práctico…), pero finalmente conseguí tener en mi poder la preciada cartulina rosa.
Al poco de aprobar, la primera vez que mi padre me dejó su coche lo embalé por la autovía. Mi profesor de autoescuela siempre me decía que pisara a fondo cada vez que salíamos a carretera para ponerlo a 120, y yo hice lo mismo con el de mi padre… hasta que me dijo que vale, que iba a 160! Desde aquella tengo fama de fitipaldi…
Los primeros años me encantaba probar coches nuevos (bueno… aún me gusta!). He cogido los de todos mis amigos, coches grandes y pequeños, y furgonetas! Aún recuerdo cuando llevé una Ford Transit por la carreterita de curvas que sube a La Pedriza, buf! Y horas más tarde aparcarla en una callejuela de Madrid sin dirección asistida! Un colega tiraba del volante desde la derecha, y otro por la ventanilla desde fuera porque yo en parado no era capaz de girarlo. Qué movida!
Mi primer coche fue un Peugeot 205 negro, de segunda mano, que tuve un par de años. Después el coche de mi novio, un Citroen Saxo. Pequeñito, manejable, no consumía nada, era un mechero! Tampoco tiraba mucho pero nos llevaba a todas partes. Pero al poco de casarnos se nos metió en la cabeza cambiar de coche… que si la seguridad… que si cuando lleguen los niños un coche grande… total, que terminamos comprando un monovolúmen: un Opel Meriva. Amplio, cómodo, práctico… pero nos adelantamos a los acontecimientos. Cuando llegó miMayor el coche ya tenía 4 años y la friolera de 120.000 km. Y cuando llegó miPequeño 4 años después, ya sobrepasaba los 270.000 km. Vamos, que estaba viejito y sobretodo muy currao! Así que el maravilloso coche para los niños, cuando los niños lo necesitaron pedía un cambio a gritos. Eso sí, tuvo mucho uso intensivo por niños y perros (para eso sí que me vino genial).
Así que, cuando ya cumplía los 9 años y más de 320.000 km pidió la jubilación (me iba mandando avisos con reparaciones reiteradas y siempre inoportunas) y por fin le hice caso. Por aquel entonces mi vida familiar había dado un vuelco, y en mi nueva etapa sola con mis niños me daba pánico meterme en gastos… así que me apreté el cinturón y aproveché una gran oferta para comprar un coche de segunda mano -debo decir que poco apropiado para una madre de 2 hijos y un pastor alemán…-, un Opel Astra coupé de 3 puertas (alguien lo clasificó como un coche de macarra… ejem). Ole yo! Pero fue la oportunidad que se me puso a tiro. La verdad es que tenía antojado otro, pero la economía no me daba y me apañé con ése. Me he pasado 3 años metiendo a los niños en brazos en la parte de atrás, desmontando el cochecito para poder encajarlo en el maletero, llevando las maletas de copiloto (con su cinturón y todo) para dejarle el maletero al perro… y justo ahora, cuando ya el pequeño tiene autonomía y entra y sale solo… se me antoja cambiar de coche! Bueno, antojo no exactamente, que al Astra también le he dado una buena palicilla…
La cuestión es que decidí que éste era el verano de cambio de coche. Mi hermano y miHombre, dos frikis de la automoción, recomendándome coches a diestro y siniestro, mi padre –pragmático donde los haya- otros tantos. Todos coincidían en que correspondía un coche familiar… tipo ranchera… para los niños (que ahora van 3 muchas veces cuando #somos5), o mejor un suv porque soy un poco salvaje con las aceras… a lo práctico y duro, a ser posible. Resistente. Pero yo tenía algo en mente… desde hace 3 años!
Después de darle muchas vueltas, decidí poner en la balanza el uso y la emoción. A saber: hago casi 100km diarios entre trabajo, coles y demás. Unos 80 yo sola para ir y venir al trabajo y el resto arriba y abajo con los niños. Los fines de semana #somos2 o #somos5. Cuando #somos2, sólo nosotros y muchas veces en el coche de miHombre que es muy glamuroso. Y cuando #somos5, ahí sí en el mío (porque los coches glamurosos tienen sus defectos… y éste no tiene tercer asiento atrás!). Puse mis cifras encima de la mesa y decidí que mi coche tiene que darme gusto en mi uso principal, que es conducir yo solita (toda estilosa para ir a trabajar… taconazo y labios rojos), y servir para el resto de usos: que quepan –aunque con estrechuras- 2 sillas y un alzador atrás (te aseguro que tiene su punto… la mayoría de los coches, incluso bastante más grandes, no están pensados para eso, pero doy fe de que se puede, aunque no sea un monovolumen ni una fregoneta), y 5 puertas para que pueda entrar y salir el perro. Decisión: segmento compacto (si no sabes mucho de coches… que yo he tenido que hacer un máster en el último mes… es el tipo 5 puertas pero recogidito, o al menos esa es mi interpretación).
Y la emoción… quiero hablarte de la emoción. Sentir que mi coche me representa. Suena raro? Friki? No lo sé pero… paso más de hora y media al día en el coche, es casi mi segundo hogar, y debo decir que conducir me gusta, lo disfruto, no es sólo una obligación sino que son ratos en los que estoy a gusto (menos los atascos, eso nou nou nou…), con mi música a grito pelao y una sonrisa. Es mi lugar de reflexión, de ordenar el día; o de desconexión y desahogo, según lo que me pida el cuerpo (cuando el estrés me puede salgo a conducir). Es una extensión de mí. Y si es así… no debería representarme?
Yo sigo SÍÍÍÍ!!! Que me perdonen las buenasmadres –o cualquiera que piense diferente, que el pensamiento es libre- pero no soy sólo una madre dueña de un perro. No me identifico con un coche familiar y funcional. En mi coche soy más Yolanda (sin ningún tipo de atributo adicional) que cualquier otra cosa. Y aunque tenga que servir para todos los usos que me tiene que dar, sobre todo tiene que servirme a mí.
Así que… ésta fue mi elección: un coche estiloso y libre, con carácter, elegante y rebelde, atrevido y atractivo, inquieto… como yo!
Aquí te presento a mi coche. Alfa Romeo Giulietta, empieza un romance que espero que dure muuuuuucho tiempo y kilómetros! A que me pega?? 🙂
17 septiembre, 2015 @ 12:16 am
AHHHHH!!!! ME ENCANNNNNTAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!! DIOS QUE ENVIDIA…QUIERO PROBARLOOOOO
Me ha encantado este post, me ha mantenido hasta el final….incluso tenía la ilusión de salir por ahí…;-)
17 septiembre, 2015 @ 12:47 pm
Desde luego has ayudado a la elección! 🙂
17 septiembre, 2015 @ 9:09 am
Si que te queda bien!
17 septiembre, 2015 @ 12:47 pm
Te has reconocido, Edu? 😉
El coche es yo total, estoy feliz cual perdiz
17 septiembre, 2015 @ 11:15 am
Me parece genial que hayas optado por un coche que te represente!!! El Giuletta es una monada y rojo el no va más.
La elección del coche es un tema un tanto engorroso, porque «duran mucho» con lo que no te puedes cansar de tu elección a la primera de cambio. Como dura mucho, tal y como contabas, tú vida puede cambiar y lo que pensabas ideal para ese momento, ahora puede resultar incómodo y nada confortable.
Yo la verdad que para coches tiro a lo económico: el que menos consuma me va estupendamente. Y eso que a veces me gustaría tener uno enorme para darle un «besito» a algún que otro listillo por la carretera… jejeje…
Pues nada Yolanda, a disfrutar de tu extensión! Te va total con los labios rojos!!! jejeej
Me ha gustado mucho tu forma de contarlo!!!
Besotes y buen finde
17 septiembre, 2015 @ 4:31 pm
Es la primera vez que meto en la coctelera la variable «emoción» al comprar un coche. Yo soy eminentemente práctica! Con que sea funcional me vale… o me valía! Con la edad 🙂 estoy dándole más valor a esa parte que siempre se ha tachado de superficial, pero que es también importante y está presente: esa emoción, las sensaciones que me causan las cosas (quien dice un coche, dice un abrigo, un bolso, un perfume, una comida o una excursión; o la forma de tratar a la gente, o de ser tratada).
Y no pensar tanto en más adelante… porque es verdad que la vida cambia, y te encuentras con que lo que hiciste porque pensabas estar allí, no te vale porque llegaste a otro lugar!
Gracias Nat por estar por aquí!
Bss